No ofende quien quiere sino quien puede
Refrán español

Las emociones somos nosotros. No podemos separarnos de ellas. Tampoco evitarlas. Pero sí podemos manejarlas. Estas habilidades se aprenden, comenzando por el reconocimiento de su existencia. La consciencia de ellas es el primer e inevitable paso para una correcta gestión de las mismas. Están ahí y son producto de nuestra historia vital, tanto de aprendizaje, como cultural o social.

El segundo escalón de este proceso lo constituye, la identificación adecuada de las mismas. Aunque parezca algo evidente, no es tan sencillo. Saber porque estamos molestos, alegres, tristes o enfadados ante algo en particular, es una tarea que exige autoconocimiento y disciplina. Si no lo hacemos, serán nuestras emociones las que nos controlen a nosotros y no al contrario.

Las redes sociales son un excelente lugar para experimentar con este entrenamiento. A menudo vemos como personas, aparentemente equilibradas, escriben auténticas barbaridades en ellas. O como nosotros, por la interpretación de un comentario que leemos, inmediatamente reaccionamos y escribimos una respuesta airada.

Esto ocurre porque creemos que lo que alguien escribe en RRSS va dirigido a nosotros. Aunque esto puede ser así en algunas ocasiones, dependiendo de nuestra notoriedad, fama o exposición pública, la mayoría de las veces son interpretaciones personales a las que nosotros dotamos de intención.

Así, si leemos que alguien se manifiesta en contra de la psicología, porque cree que realmente no sirve para nada, es muy fácil que -en mi caso-, me pueda dar por aludido.

Si reacciono, es decir si tengo la pulsión de responder y lo hago, automáticamente establezco una discusión o debate en el que he entrado por sentirme afectado. Aunque no fuese dirigido a mí. Si, simplemente, me tomo un tiempo y reflexiono sobre lo que puede aportarme un debate con alguien que apenas conozco (o no conozco en absoluto), me daré cuenta de la inutilidad de hacerlo. Es como si alguien estuviese dando manotazos al aire y yo decidiese poner mi cara en la trayectoria de sus golpes.

Si aplicamos este sencillo principio en redes sociales y, en cierta medida, en muchos ámbitos de nuestra vida, seremos conscientes de como en realidad somos nosotros quienes dotamos de entidad a determinadas situaciones, empujados por un momento emocional mal gestionado.

La próxima vez que estén frente a un comentario que no les guste en Twitter, Facebook, Instagram, Linkedin o, incluso Whatsapp, obsequien a quién lo hace con su indiferencia. Verán que, a medida que pasa el tiempo, esto les hará inmensamente más felices.

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