Dónde hay árboles, estamos más sanos y felices.
Qing Li
El ruido al que nos vemos sometidos a diario se ha convertido, cómo poco, en un colaborador indeseable de nuestro estado de ánimo. Vivimos en ciudades y entornos en los que los sonidos que recibimos pueden fácilmente llegar a superar nuestros umbrales naturales para poder soportarlos y, sin embargo, nos hemos ido acostumbrando a ello.
La asociación del ruido con el estrés y la ansiedad, además de los problemas auditivos está bien documentada pero, como muchas otras cosas en nuestra vida debemos inevitablemente convivir con él.
Para mitigar estos sonidos indeseables no es extraño que muchas personas usen tapones para dormir o auriculares para escuchar música, que les permita aislarse del un ambiente sonoro que puede llegar insoportablemente agresivo. Asimismo, buscamos momentos o lugares de silencio o escuchamos una playlist con sonidos relajantes que nos ayuden a conseguirlo. Lo hacemos utilizando nuestros auriculares y sintonizando sonidos del mar, del bosque o de la montaña. De hecho, son muchas las apps que podemos encontrar en nuestros dispositivos para facilitárnoslo.
Pero ¿qué sonidos son los que más consiguen relajarnos?
Para averiguarlo, el National Trust, responsable de los bosques en Inglaterra, Gales e Irlanda, llevó a cabo un sencillo estudio. Expusieron a 600 personas a tres tipos opciones durante un minuto para averiguar el impacto sobre su estrés. Éstas eran el silencio, una meditación guiada o los sonidos del bosque. Evaluaron los efectos sobre su nivel de estrés mediante un método llamado cronometría mental.
Los sonidos del bosque fueron los claros ganadores de este estudio, seguidos de cerca por la meditación guiada y, a más distancia, por el silencio.
Obviamente, la sencillez del estudio nos puede hacer pensar que se podrían haber incorporado otros muchos sonidos (playa, música, etc). Pero lo que si parece estar cada vez más claro es el impacto que la naturaleza tiene sobre nuestro bienestar mental. Desde los «baños de bosque», que se han popularizado recientemente en occidente y que son ampliamente conocidos en países como Japón o Corea, hasta los beneficios del senderismo para nuestra salud física -y mental-, cada vez mejor documentados.
¿Las razones? Muy diversas, según los diferentes estudios que podamos consultar. Pero, sin duda, una de ellas -y muy relevante-, es como la naturaleza parece tener la capacidad de conectarnos con nosotros mismos, darnos una sensación de que dimensión tenemos en este mundo y, hacernos sentir parte de algo mucho más grande.
En un reciente estudio llevado a cabo en Taiwan se comprueba el efecto positivo que tiene el denominado “forest bathing” en mujeres de mediana edad diagnosticadas con ansiedad. Los resultados mostraron que los estados de ánimo negativos (es decir, confusión, fatiga, ira-hostilidad y tensión) y niveles de ansiedad se reducían significativamente después de visitar los bosques. Asimismo, el estado de ánimo positivo (vigor) mejoró después del programa.
En su interesante libro “Forest Bathing: How Trees Can Help You Find Health and Happiness”, el investigador Qing Li, escribe:
Dónde hay árboles, estamos más sanos y felices
Añadiendo, “no se trata de hacer senderismo o correr en la naturaleza, solo estar en ella. Y ¿Por qué ocurre esto? Hace tiempo que se reconoce que los humanos tienen una necesidad biológica de conectarse con la naturaleza. Hace unos 20 años, el biólogo estadounidense E. O. Wilson señaló, en su libro Biophilia, que los humanos están «programados» para conectarse con la naturaleza y que ésta tiene un efecto profundamente positivo en nuestra salud.
Los árboles parecen tener un efecto beneficioso en personas con problemas para dormir, como se recoge en uno de los estudios llevados por E. Morita y su equipo con personas que trabajaban en la ciudad y reportaban problemas de sueño. Después de un paseo por el bosque, los participantes estaban significativamente menos ansiosos, dormían más y mejor.
Por supuesto que no estamos sugiriendo que todas las soluciones al estrés o la ansiedad puedan venir yéndonos al monte. Pero sin duda que la combinación de la terapia psicológica con paseos por la naturaleza, puede tener un saludable impacto en nosotros.
Publicado previamente en Elefante Zen