Asegúrate que tu peor enemigo no resida entre tus dos oídos
Laird Hamilton
Correr en la montaña es puro placer. O así debe ser. Démosle la vuelta. Si no disfrutas corriendo en la montaña ¿qué estás haciendo?
Por lo general cuando alguien empieza en el mundo del trail running, lo hace para pasarlo bien, para incorporar algo excitante a su vida, para estar en la naturaleza y cuestionar nuestros límites.
Quitando la necesidad de empezar, como en todo deporte, con unas ciertas nociones y, si es posible, con un entrenador cualificado ¿de qué nos olvidamos cuando vamos a correr al monte?
Ya se, me van a decir que el calzado o la equipación adecuada, la geolocalización si salimos solos, el agua o la comida. Pero miren el encabezado. Esto va de lo que pasa en nuestro cerebro cuando corremos. En el monte. Y especialmente en distancias largas.
Cuando salimos a correr llevamos nuestra cabeza con nosotros. Es decir. No podemos pensar en que por el mero hecho de salir a hacer algo que nos entusiasma, el mundo se va a confabular para que nuestra experiencia sea espectacular e idílica. Puede ocurrir, pero no es lo normal.
La mayoría de nosotros correremos como somos. Y lo que tenemos que averiguar es precisamente esto. Salir a la montaña, en primer lugar, es un acto individual. Y aunque podamos entrenar en grupo o competir junto a un compañero o compañera, estamos solos. Al menos en nuestra cabeza.
No podemos desgranar todas las indicaciones que nos pueden llevar a pasarlo genial cuando hacemos algo que nos gusta. Pero intentaremos dejarles unas cuantas que puedan ayudarles a ello.
- Olvida las expectativas. Son nuestro peor enemigo en ruta. Pensamos que podemos hacer un tiempo determinado. Y esto nos pone en una situación de examen. Si no conseguimos los tiempos de paso estimados, nos frustramos. Esto nos saca de la experiencia. Nos ponemos de mal humor y no conseguimos volver a la carrera o el entreno.
Deja las expectativas en casa. Simplemente vive la situación momento a momento. Si las cosas se tuercen, párate y mira a tu alrededor. ¿Cuántas personas más pueden tener la suerte de estar haciendo lo que tú haces?
- Acéptate. La mayoría de preguntas que me hacen respecto a una competición en montaña, vienen relacionadas con los “nervios” previos. Con la incapacidad de dormir o comer antes de la carrera, con el mal humor hasta que empieza… y así muchas otra cosas.
Si ya sabes lo que va a ocurrir, porqué te preocupas de ello. Tu carrera no empieza cuando dan la salida. Lo hace desde que sales de tu casa o incluso antes, cuando estás preparando la equipación para irte. Todo forma parte de tu experiencia. Recibe tus nervios como el principio, dales la bienvenida, obsérvalos y da gracias a que los tienes. Significa que estás vivo.
- Respira. Ya se. Es obvio. Si no lo haces, no puedes correr. Pero lo olvidamos. Los seres humanos podemos decidir no beber o no comer. Pero dejar de respirar voluntariamente, es imposible.
Cuando te sientas fuera de la carrera. Cuando tu cabeza se vaya a donde tú no quieres, detente. Busca tu respiración y se consciente de ella. Siente como envía energía a tu cuerpo, como convierte en oxigeno el aire y lo envía a la sangre. Conecta con el principio. A partir de ahí, reiníciate. Es una nueva aventura.
- No luches contigo mismo. No tienes tiempo ni energía para luchar contra los pensamientos negativos que te llegan. Serán de todos los colores, relacionados con la carrera, con tu trabajo, con tu casa. Es lógico. Tu cerebro quiere evitarte más sufrimientos y lo hace por tu bien (o eso cree él)
Cuando te asalten los pensamientos negativos, déjalos que den vueltas en tu cabeza y se aburran. Recíbelos con cariño puesto que están ahí porque no quieren que sigas forzando la máquina. Piensa que es como tu madre o tu padre cuando utilizaba cualquier chantaje emocional. Lo hace porque te quiere. Así debes entenderlo y aceptarlo.
Correr lo hacemos con todo nuestro ser. No intentes “apagar” una parte de ti. Hasta el próximo número (este artículo aparece en el primer número de la Revista Track Canarias.