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No pienses en los fracasos de hoy, sino en el éxito que puede llegar mañana. Te has propuesto una tarea difícil, pero tendrás éxito si perseveras, y encontrarás dicha en la superación de obstáculos.

Helen Keller

 ¿Cuál es tu primera reacción cuando te enfrentas a una situación difícil o una tarea complicada? Si eres como todo el mundo, responderas con pesadez y negatividad. Probablemente acompañado de suspiros y lamentos.

Pero lo cierto es que aproximarnos a algo difícil no tiene porque ser así. De hecho, cuando éramos pequeños no lo era. Empezar a caminar es una dura tarea para un niño de 1 año. Pone un pie delante del otro cuidadosamente, intenta mantener el equilibrio, se cae varias veces. Pero, a pesar de ello, sigue adelante hasta que lo consigue. ¿Lo vemos poner cara de frustración?¿Dice, en lenguaje bebé, “esto es muy duro, paso de intentarlo”? Ni hablar. Más bien todo lo contrario. Se levanta y vuelve a intentarlo. Se cae. Lo intenta … y así hasta que lo consigue. Y ver su cara en ese momento es algo magnífico.

Entonces ¿qué nos ocurre con el paso del tiempo?¿cómo perdemos esa capacidad de afrontar las dificultades con determinación, perseverancia e incluso, con alegría, que tenemos cuando pequeños? Probablemente se remonta a nuestra época escolar en la que se nos pedía hacer difíciles tareas que no nos gustaban en sí mismas. Esto nos resultaba agotador y comenzamos a asociar lo difícil con lo extenuante y aburrido.

Baby climbing up stairs

Aprendimos a evitar lo complicado, bien huyendo de ello o simplemente convenciéndonos a nosotros y a los demás de que no podíamos hacerlo. Este fue el camino que nos llevó a entender que debíamos apartarnos de todo aquello que nos resultaba inabordable. Y lo peor de esto es que la línea de lo difícil baja cada vez más. Algo que podríamos hacer sin duda, no lo hacemos. Y esto es una forma de dejar de crecer, aprender y honrar lo difícil. Lo sé, el término “honrar” puede resultar un poco complicado de aplicar. Seguimos pensando en clave de “sacrificio”, asociando las empresas difíciles a algo que tenemos que hacer, en oposición a algo que disfrutamos haciendo.

Honrar la dificultad sigue siendo un concepto extraño para muchas personas. Queremos que las cosas sean fáciles, sin esfuerzo. ¿Por qué debe ser difícil? Intuitivamente, conocemos la respuesta. Sabemos que aquello que vale la pena va a ser complicado, ya que requiere perseverancia, determinación y dedicación, sea sacar adelante una familia, subir una montaña, llevar una relación o aprender una nueva habilidad.

Puede que no nos veamos como personas capaces de llevar a cabo empresas difíciles. Piensa otra vez. Seguro que tienes alguna historia propia acerca de algo que conseguiste a pesar de tus miedos y dudas. No pensaste nunca correr esa carrera que hiciste el fin de semana, o poder salir adelante con este negocio tan disparatado que ahora todos envidian. O poder compaginar tu vida personal con ese magnífico proyecto en el que estás ahora mismo.

A poco que pensemos saldrán nuestras historias además de ser conscientes de las que nos rodean. Abuelos que han aprendido a manejar un ordenador o el Smartphone más complejo. O el Whatsapp o Skype. ¿No les resulta curioso cómo parecemos volver a perder el miedo a lo difícil cuando no hacemos mayores? O personas con movilidad reducida que se mueven mucho más que nosotros. Puede ser interminable la lista. Los admiramos. Y nosotros también podemos hacerlo.

Se trata de recordar la satisfacción que supone recorrer cada paso de algo que queremos conseguir, desterrando la sensación de que lo que vale la pena es lo que obtenemos al final. En ocasiones, estamos tan pendientes del horizonte, que no somos capaces de apreciar la belleza del camino.Y de eso trata lo de honrar la dificultad.

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