Pues es mucho más sencillo de explicar de lo que podría parecer. Es pura economía cerebral. Es más simple creer lo que confirma lo que nos nosotros ya creemos, que buscar la evidencia científica o documental que lo corrobore o contradiga.

Pongamos un ejemplo ¿De que color es una pelota de tenis para ustedes? Para mi es verde. De toda la vida. ¿A que sí? En este momento habrá una parte de ustedes que asientan y otra que diga que no ¡qué es amarilla! Pues bien, ya tenemos una polémica basada en dos opiniones. ¿Cómo lo solucionamos? En una reciente encuesta -que recordemos, es opinión-, los que creemos que son verdes somos el 52% ¡Bien! Han ganado los míos. Pero no es así. Lo que ha ocurrido es que muchas personas “piensan” lo mismo que yo. Pero estamos equivocados.

Como recoge Gizmodo, la periodista Marina Koren que investigó el tema para The Atlantic y no tardó en encontrar un veredicto oficial. Según la Federación Internacional de Tenis, las pelotas que se usan en los principales eventos deportivos son de color amarillo.

Los principales fabricantes de la industria confirmaron a Koren que sus pelotas son amarillas. Marcas como Penn, Wilson, Dunlop, Gamma Sports y Slazenger respondieron con nombres como “amarillo óptico”, corroborando que ese 52% de personas que creemos que son verdes estamos equivocados.

Y es aquí donde entra nuestra mente crítica. ¿Asumimos lo que es cierto o nos seguimos enganchando a lo que no lo es, a pesar de las abrumadoras evidencias?

¿Por qué nos creemos los bulos?

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