Al ruido del tamboril, carnaval, carnavalera, me dijo que era feliz. Por eso con su canción, carnaval, carnavalera, se agranda mi corazón.

Homero Manzi

Seguro que podría encontrar un montón de estudios (ya lo he hecho) que expliquen porqué a los seres humanos nos gusta disfrazarnos. Dejar salir nuestra parte femenina o masculina, escenificar nuestra sensualidad, empatizar con otros… La lista es interminable, sin duda. Pero como ya lo he escrito en alguna otra ocasión, hoy no toca.

El Carnaval donde yo vivo, en Tenerife, Islas Canarias, no se plantea así. Es todavía más sencillo. Forma parte de la cultura más intensa e interna de los que vivimos aquí. Es como un latido que se siente todo el año, se prepara en las casas, en locales de ensayo de los diferentes grupos que participan, en los colegios. Es algo familiar y profundamente basado en la camaradería y en el humor.

2009_4_3_HD116JWq0qJ6jOZBEtEM87

Desde luego que se trata de disfrazarse, de tomar licencia para vestirse de formas que no haríamos en otro momento del año, pero va mucho más allá de esto.

Consigue que a quienes les guste o lo vivan, se transformen. Que quienes no seamos tan carnavaleros lo miremos con cierta envidia, y que unos pocos que se aburren, le saquen crítica a todo, recordando el pasado, cercano o lejano o cualquier otro tiempo que siempre fue mejor.

Pero el Carnaval resiste. Porque es como una especie de rito de iniciación que lo admite todo, hasta los excesos etílicos o verbales. Por resistir, ha podido con la utilización política o anestesiadora que han pretendido darle algunos.

Por eso, si me preguntan que es el Carnaval para mí, como psicólogo podría responder sesudamente, sin duda. Podría decir que es una catarsis colectiva o cualquier otro palabro que seguro que estaría bien fundamentado.

Pero me quedo con la imagen de los padres y madres que, en la Cabalgata anunciadora van detrás de sus hijos, con bolsas y carritos cargados hasta los topes o con la otra de los padres y madres que aparcamos a un lado (con el pijama bajo el chándal), para recoger a nuestro hijo o hija a la una de la mañana.

Por eso, he de decir que, al menos para mí, el Carnaval es familia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *