En los últimos años, se ha hablado mucho de bienestar emocional y de la importancia de sonreírle a la vida. Sin embargo, desde mi experiencia como psicólogo, sé que no todo es tan sencillo. La tristeza es una emoción humana legítima y necesaria, pero cuando esa tristeza se prolonga y se transforma en un estado persistente de desánimo, fatiga, falta de interés y pérdida de sentido, podemos estar ante una depresión. Y aquí es donde surge la gran pregunta: ¿qué ayuda y qué no ayuda cuando alguien está deprimido?
Como explico en mi libro La felicidad: qué ayuda y qué no, la depresión no es igual a la tristeza. La tristeza es un aviso, un reflejo de que algo nos importa y que debemos atender. La depresión, en cambio, es una alteración profunda del estado de ánimo que impacta la forma de pensar, sentir y actuar. No se trata de “ponerle ganas”, sino de un trastorno que requiere comprensión y, muchas veces, tratamiento especializado.
Qué ayuda de verdad cuando alguien está deprimido
Desde la psicología clínica sabemos que hay ciertas acciones que pueden marcar la diferencia en el proceso de recuperación de una persona con depresión:
- Escuchar de manera activa y sin juzgar. Frases como “entiendo que esto debe ser muy difícil para ti” o “estoy aquí, no estás solo” son valiosas. Validan la emoción en lugar de negarla.
- Fomentar la búsqueda de ayuda profesional. Un psicólogo o psiquiatra puede evaluar la situación, proponer terapia y, si es necesario, tratamiento farmacológico. Animar sin presionar es clave.
- Ofrecer compañía y presencia constante. A veces no se trata de hablar, sino de estar ahí. Un café, un paseo corto, un mensaje de apoyo: pequeños gestos que transmiten seguridad y vínculo.
- Respetar el ritmo y los tiempos de la persona. La recuperación no es lineal. Habrá días buenos y días malos. Forzar mejoras rápidas genera más frustración.
- Ayudar con lo básico. Apoyarle a mantener rutinas mínimas como comer, dormir y asearse es fundamental, porque la depresión drena la energía necesaria incluso para lo cotidiano.
Lo que no ayuda y puede empeorar la depresión
La buena intención no siempre se traduce en buenas prácticas. Estos son algunos ejemplos de lo que no ayuda y conviene evitar:
- “Tienes que animarte” o “pon de tu parte”. La depresión no se resuelve con fuerza de voluntad.
- “Hay gente que está peor”. Comparar invalida el dolor y aumenta la culpa.
- “Deja de pensar en eso”. Si fuera tan fácil, no existirían los cuadros depresivos.
- Minimizar o ridiculizar lo que siente la persona. Decir “no es para tanto” solo aísla más.
Estos mensajes, aunque se digan para motivar, pueden hacer que la persona se sienta incomprendida y se cierre aún más.
El papel de la sociedad y la importancia de cambiar la mirada
Vivimos en una cultura donde se ensalza la felicidad permanente, como si sentir tristeza fuera un fallo personal. Esta visión simplista no solo es irreal, sino dañina. Las emociones —todas— cumplen una función adaptativa. Cuando esa emoción se convierte en depresión, lo que más necesita la persona es un entorno seguro, libre de juicios, que le permita expresar lo que siente y recibir ayuda.
Recursos y orientación práctica
Si quieres aprender más sobre cómo acompañar a alguien con depresión, te recomiendo este recurso audiovisual que aporta pautas sencillas y claras para actuar de forma adecuada: Cómo ayudar a alguien con depresión.
Además, no olvides que pedir ayuda también es un acto de valentía. Acudir a un profesional de la salud mental puede ser el primer paso para encontrar alivio y nuevas herramientas.
La depresión no es debilidad, es una condición que merece comprensión y apoyo especializado. Si alguien de tu entorno está pasando por ello, tu papel no es “curarle” sino acompañarle. Acompañar es estar, escuchar, cuidar y respetar los tiempos del otro.
Como psicólogo, lo resumo así: ayudar a alguien con depresión es un ejercicio de amor profundo y paciente. No se trata de imponer soluciones rápidas, sino de caminar a su lado mientras encuentra, poco a poco, su propia salida. Porque la felicidad no es un estado permanente, sino un camino que se construye también desde el cuidado, la empatía y la aceptación.