¿Quienes son?

Debemos aprender a vivir juntos como hermanos o vamos a perecer juntos como tontos
Martin Luther King, Jr

Tenemos una tendencia natural a mirar hacia otro lado. Nos pasa a todos. Y no sirve de nada negarlo. Las personas que dedican, incondicionalmente, su vida a los demás han sido, tradicionalmente, tratados de santos o revolucionarios. No lo entendemos. ¿O no queremos hacerlo?

Porque lo cierto es que no ser conscientes de nuestro lugar en el mundo, de la fortuna que supone haber nacido en un lugar u otro, puede llevarnos a nuestra destrucción como especie. La física, porque la moral parece que ya la tenemos encima.

Vemos todos los días tragedias terribles que ocurren lejos y somos capaces de apartarlas con cierta habilidad. Están al otro lado de la pantalla y no nos toca cerca. Lleva ocurriendo desde que la televisión «al momento» hizo su irrupción en nuestras casas.

El efecto espectador, comprobado en laboratorio por primera vez en 1968 por J. Darley y B. Latané es un fenómeno psicológico por el cual es menos probable que alguien intervenga en una situación de emergencia cuando hay más personas que cuando se está solo. Y esto, en la actualidad, se multiplica por infinito. Es lo que parece explicar, al menos desde la psicología, lo que nos está ocurriendo.

Una total falta de empatía, compasión que no solo nos aleja de nuestra humanidad. Puede estar incluso arrebatándonosla.

Por esto vale la pena recordar que quienes están en este momento siendo tratados como una moneda de cambio somos nosotros. Nuestros hijos e hijas, padres o madres, a los que se cierra la puerta de una Unión Europea que, desgraciadamente, cada vez parece más el patio de pruebas del candidato Trump.

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