Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo de resolver el problema. ¡Enfrentarse a él!
Joseph Conrad
Vivir, en ocasiones, no es algo sencillo. Y por mucho que nos lo repitan, las dificultades que se nos puedan presentar no solo dependen de lo que nosotros decidamos. No es tan simple.
Nuestras circunstancias, las personas que tenemos en nuestra vida, el lugar donde vivimos o donde trabajamos, condicionan nuestra existencia y nuestras emociones. Es cierto que nuestra actitud puede cambiar mucho como nos sentimos, pero obviar el papel que tiene aquello que nos rodea en ello, puede conducirnos a un camino equivocado y, en ocasiones, peligroso.
Las propuestas que nos sugieren que nos aislemos de todo aquello que nos perturba, que nos nos gusta o no nos hace felices, además de resultar muy irreales, resultan muy atractivas. De hecho responden al principio básico de evitación o huida, que provocan las situaciones amenazantes.
Lo malo es que este modelo de actuación, nos hace sentir indefensos. Frente a esto una propuesta que nos ayude a una correcta gestión emocional de los conflictos se presenta como una alternativa mucho más adaptativa. Siendo conscientes de aquello que nos gusta, de lo que no lo hace conseguiremos, para empezar, tener la opción de cambiarlo. Por el contrario, si simplemente, nos apartamos de ello, siguiendo nuestros impulsos, estaremos cediendo el poder, precisamente, a lo que -o quien-, no nos gusta.
Un adecuado entrenamiento en el manejo de conflictos debe forma parte de nuestra forma de desenvolvernos en cualquier ámbito vital. Entender que tenemos la capacidad de modificar situaciones o actitudes que no nos gusten -en ocasiones cambiando nosotros mismos- contribuirá a crearnos una sensación de competencia y confianza propias que si contribuirá a que seamos más felices.
Los conflictos existen. Evitarlos no va a hacer que desaparezcan. Afrontarlos, sin embargo, conseguirá que los entendamos. Y, eventualmente, podamos resolverlos. O decidamos, con conocimiento y fundamento, seguir nuestro camino.
Como decíamos al comenzar, la vida está hecha para que participemos en ella. Con lo bueno y lo menos bueno. Todo forma parte de la experiencia. Y nos construye. En cierta forma renunciar a los conflictos es renunciar a vivir.