La humanidad empezará verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del hombre por el hombre.
Julio Cortázar
Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse. Esto es incuestionable. Con ellas nos hemos ido acostumbrando a un nuevo tipo de comunicación, basada en la inmediatez.
Las noticias, que antes leíamos en la mañana o en la tarde, las encontramos permanentemente actualizadas en los sitios web de periódicos, radios y televisiones. A este nuevo modelo -casi instantáneo-, de noticias, se suman infinidad de personas que utilizan las redes sociales para difundir lo que creen que es importante, en la mayoría de las ocasiones, sin contrastarlo. Este es la primera acepción de la disponibilidad.
Queremos información permanente de aquello que nosotros podemos evaluar cómo relevante. Y, lo que aún es peor, queremos ser la fuente de esa información, para nuestro engordar nuestro ego.
Esto es lo que ha ocurrido, por citar un caso cercano, en el infortunado suceso que ha producido la muerte de varias personas en Paris, por la explosión de una bombona de gas. El padre de una de las víctimas se quejaba amargamente de que muchas personas estaban grabando con sus teléfonos móviles, en lugar de plantearse si podían hacer algo para ayudar.
Más allá de la deshumanización a la que puede estar conduciéndonos esta conducta, que prima el protagonismo propio, incluso frente a las vida ajena, desde el punto de vista psicológico nos está mostrando una amarga realidad. Nos estamos alejando de principios fundamentales para nuestra supervivencia.
Es muy cierto que resulta complicado contrastar el número de personas que se dedican a esta labor de voyeurismo perversa, frente a quienes lo hacen a ayudar. Pero quizás podríamos comenzar planteándonos una pregunta a nosotros mismos.
Ante un accidente en el que podemos estar en la disposición de ayudar ¿qué es lo primero que se nos pasa por la cabeza?:
Coger el teléfono para grabar o hacerlo para llamar a los servicios de emergencia y, eventualmente ponernos a disposición de los mismos para prestar nuestra colaboración.
Da qué pensar ¿verdad?