No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí. Perdóname si hoy busco en la arena, una luna llena, que arañaba el mar
Joan Manuel Serrat
Cuando la mayoría de las personas se refieren a la nostalgia, están haciéndolo a una experiencia predominantemente positiva, que ocurrió en su pasado y que evoca memorias placenteras, asociadas a personas, lugares y momentos, con un significado emocional especial.
Sin embargo, la nostalgia puede ser un arma de doble filo. Es indudable que si nos perdemos en ella, añorando que ya no estén, puede ser una trampa complicada de superar. Viviríamos en el pasado, con una sensación inevitable de pérdida.
Estas fechas son proclives a esta circunstancia. El recuerdo, especialmente de personas, provoca sentimientos contradictorios que, en muchas ocasiones, no deseamos tener. Porque la nostalgia tiene esa característica. Nos hace recordar lo bueno y lo especial.
Pero, inevitablemente, también consigue que seamos conscientes que no se va a repetir.
No a todas las personas esta experiencia le resulta placentera. Muchos huyen de ella, otros simplemente la rechazan. No poder repetirlas, siendo conscientes del paso inexorable del tiempo, les resulta muy doloroso. La navidad contribuye a esta sensación.
Por esto quizás la nostalgia es una de las experiencias más enriquecedoras que podemos sentir. Nos hace ser conscientes de la fortuna que hemos tenido al compartir nuestra vida con seres excepcionales, vivido momentos maravillosos y visitado lugares fantásticos. Y, al mismo tiempo, nos hace sentir tristes de que no estén ocurriendo ahora, echándolos de menos. Es puro aprendizaje emocional. La paradoja de la alegría y de la tristeza en una misma sensación. Es, en suma, la vida, condensada en unos minutos.
Qué acertado, me ayudo muchísimo a disipar ideas.
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