Estos son mis principios … si no le gustan, tengo otros
Groucho Marx
El pensamiento único es lo que tiene. No ve matices. El mundo se divide en quienes piensan como tú, los acólitos … Y los demás. Que por extensión son los que no lo hacen.
Esta forma de discurrir no sería ningún problema si no fuese por el hecho de que “los demás”, son clasificados automáticamente como adversarios -en el mejor de los casos-, enemigos, en la mayoría de ellos.
Aunque este fenómeno tiene una explicación evolutiva, que viene de nuestros tiempos cavernarios, su existencia en la actualidad es difícil de encajar. En el pasado era una cuestión de supervivencia. En la actualidad, es un serio problema de convivencia, carencia de empatía y falta de compasión.
Resistirse a los poseedores de la verdad, a quienes ejercen como sumos sacerdotes del pensamiento único, es muy complicado Desde el momento en que intentemos razonar lo más mínimo con ellos, caeremos en la trampa. O bien seremos objeto de los más increíbles intentos de proselitismo, o nos veremos castigados por el atrevimiento de pensar de una forma diferente.
La opción no es otra que no aceptar esta invitación envenenada a ejercer nuestra opinión. Al principio puede resultar algo complicado -estamos programados para reaccionar-. Conseguirlo exige un entrenamiento específico para cultivar un criterio propio, ser capaz de apreciar todos lo matices y no sucumbir a los argumentos polarizados.