Uno de los primeros pasos del proceso de resolver un problema es examinar los factores relevantes y colocar las cosas en perspectiva. Esto requiere la capacidad de ver las varias partes del problema de la forma para el cual ellas realmente se relacionan entre sí, de percibir su verdadera importancia relativa.
Betty Edwards

Nuestra vida transcurre muy rápido. A veces sin que nos demos cuenta de ella. O quizás sea más correcto decir que la mayoría del tiempo no somos conscientes de lo que nos ocurre. Es una sensación de estar viviendo en modo automático que provoca que las horas, días o años pasen ante nuestros ojos velozmente.

Pero, en ocasiones, sin saber exactamente porque o simplemente por alguna circunstancia que lo provoca, nos observamos. O más bien, lo hacemos con nuestra existencia. Paramos y no nos sentimos satisfechos de lo que vemos. No nos gusta lo que estamos haciendo, con quien estamos o el tiempo que le estamos dedicando. Son momentos de consciencia “a la fuerza” que nos golpean en la cara y, en la mayoría de las ocasiones, nos hacen sentir profundamente infelices.

Ocurre que sentimos estar dejando que la vida se vaya entre las manos, sin realmente vivirla, sin aprovecharla. Y, aunque puede que esto sea en parte cierto, está profundamente condicionado por nuestros mayores enemigos, los juicios y las expectativas. Al juzgar un instante de miseria, dejamos que este tiña el resto de nuestra existencia. Vemos con gafas negras -muy negras-, todo. Y lo reinterpretamos con ellas. Con las expectativas de lo que debería haber sido y no fue.

Este modo de desenvolvernos, además de la mencionada insatisfacción, no nos permite observar nuestra vida con perspectiva. Lo hacemos con dureza. Pensamos que lo que hemos hecho hasta ahora, no vale la pena. Y metemos todo en un mismo saco de desesperanza y tristeza.

Es lo que consigue la falta de consciencia del momento presente. No saber en donde estamos, como nos sentimos, con una cierta frecuencia, nos lleva a este estado. Por esto resulta tan importante sustituir las expectativas por la perspectiva y los juicios por la compasión.

Especialmente cuando se refiere a nosotros mismos.

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