Existe algo tan inevitable como la muerte: es la vida
Charles Chaplin
Asumir la inevitabilidad de aquello que no podemos modificar es, sin duda, una sabia elección. Es bueno para nuestra salud mental. No paramos de leerlo en propuestas más o menos bienintencionadas orientadas al cultivo de nuestra felicidad.
Pero ¿hasta que punto esta opción es sana? No cabe duda que cuando se trata de luchar contra el paso del tiempo, las condiciones atmosféricas o las decisiones de otras personas en cuanto a su vida, resulta complicado plantear que podemos cambiar algo. Pero no es así. Podemos hacerlo. Quizás no en el sentido en que queremos, pero si hacia un lugar que nos permita aceptar los cambios con alegría e, incluso, con ilusión.
A medida que vamos entrando en el camino de la aceptación se produce, paradójicamente, una mayor comprensión de lo que vale o no la pena intentar. Digamos que comenzamos a adquirir una sabiduría que nos permite entender que es lo que merece nuestro esfuerzo y que no. Un ejercicio de observación y paciencia que nos hace emplear nuestro tesón en aquello que si nos hace crecer. Descubrimos cuando es el momento para discutir, para luchar o para esperar.
Porque lo inevitable, en realidad nunca lo es. Hay opciones. Puede que muchas nos lleven a perder algo que no queremos, y esto nos haga entender que no tenemos ninguna posibilidad. Así es la realidad. Todo lo que no depende de nosotros, lleva a elegir. Y no necesariamente entre algo bueno y malo, productivo o no … A veces son pequeños matices los que terminan determinando que es lo que consideramos inevitable.
Excepto cuando se trata de nosotros mismos. Es ahí donde se encuentra el verdadero cambio. En nuestra infinita capacidad para, a través del autoconocimiento y de la aceptación, ser capaces de cambiar. Pero quizás esto nos de para otro post.