En el fondo son las relaciones con las personas lo que da sentido a la vida.
Karl Wilhelm Von Humboldt.
Existe el racismo. Fundamentado en los más profundos miedos del ser humano. Se alimenta de nuestra debilidad, de la carencia de compasión y empatía. Y es destructivo. No trata de crear una mejor sociedad, con mejores personas. Al contrario. Intenta separar, dividirnos, con una base casual, dependiente de lugares de nacimiento, color de la piel, género, orientación sexual, etc …
El racismo es la forma primigenia del pensamiento único, el que alimenta la idea de que somos “nosotros”, los que poseemos la verdad sobre las cosas. Y que el resto, los otros, son una amenaza a este estatus que se supone que tenemos.
Lo paradójico del racismo es su facilidad para ser instrumentalizado. Quienes lo alimentan, consiguen que las personas que están en una peor situación socioeconómica, generalmente provocada por los mismos que los van a utilizar, encuentren una razón perfecta para justificar su desgracia.
Más allá de las soluciones coercitivas, que son desgraciadamente necesarias cuando nos encontramos con una realidad como la que vemos día a día, la xenofobia o cualquier tipo de odio hacia lo distinto, no tiene otra forma de ser conjurada sino con la educación. Es, permítanme la metáfora, quitar las hierbas malas, para poder comenzar a cultivar la convivencia y el respeto.
Pero, e inevitablemente, esta educación debe ser completa. Un cambio profundo que implica la concienciación de todos los niveles de nuestra sociedad. Las causas están identificadas, y giran la gran mayoría en torno a la desigualdad social. Las soluciones también son claras. Ahora solo falta ponerse a ello. Las prioridades son las personas. Siempre.