Nuestra imaginación nos agranda tanto el tiempo presente, que hacemos de la eternidad una nada, y de la nada una eternidad.
Blaise Pascal
Era tu imaginación lo que utilizabas cuando pintaste por primera vez con los dedos. La que te hacía ver en los borrones aquello que tú querías ver. La imaginación es algo cotidiano, que va asociado a nuestra vida y sueños. Es, en gran parte, lo que mueve el mundo. Es obvio que cualquier avance o innovación debe ser imaginado previamente para poder ser conseguido.
Pero, ¿cómo funciona nuestra imaginación? Probemos con un sencillo ejercicio.
Cierra los ojos y trata de imaginar un cuenco con fruta. Es sencillo. Verás algunas manzanas, naranjas e, incluso un racimo de uvas. Probablemente no te ha costado mucho hacerlo. Has visto suficientes en tu vida para poder recuperar una idea del disco duro de tu cerebro.
Vamos a seguir con nuestro cuenco de frutas. Ahora imagina que tus frutas comienzan a hablar entre ellas. Las manzanas se dirigen a las uvas y estas lo hacen con las naranjas. ¿Qué se están diciendo? No es sencillo imaginarlo ¿verdad?
No te habrás encontrado con muchas frutas habladoras a lo largo de tu vida. Tendrás que utilizar tu memoria, conocimientos y percepción para poder construir esa “conversación frutal”. Aquí es donde entra en juego tu imaginación.
La percepción y la imaginación utilizan los mismos circuitos neuronales, pero mientras la primera es un proceso sencillo que puede ejercitarse hasta convertirlo en algo más preciso, la segunda nos lleva a hacerlo en sentido contrario, comenta Gregory Berns, profesor de neuroeconomía en la Universidad de Emory. Y esto no le gusta a nuestro cerebro. Lo hace trabajar demasiado.
De hecho, cuando intentamos traer a nuestro cerebro algo que no hemos visto nunca, nos vemos obligados a utilizar nuestra imaginación. El cerebro intentará que sea lo más parecido a lo que ya conocemos, pero lo cierto es que no lo podremos conseguir ser imaginativos si lo que hacemos es un popurrí de algo que ya tenemos almacenado.
Si experimentamos este tipo de proceso frecuentemente, nuestro cerebro se acostumbrará a ello y aprenderá a utilizar la imaginación. A medida que las conexiones cerebrales se establecen, el trabajo se hace más sencillo.
Según el neuropsicólogo Scott Barry Kaufman, lo primero que debemos olvidar es el modelo de pensamiento basado en el cerebro derecho – cerebro izquierdo. El pensamiento creativo ocurre en todo el cerebro, o al menos en varias regiones del mismo, según Kaufman.
En otras palabras, cuando tu imaginación está funcionando, las redes cerebrales interactúan unas con otras. Tres de estas grandes redes nos pueden ayudar a entender la actividad cerebral que subyace al proceso creativo.
La red de atención ejecutiva. Esta es la red que se pone en marcha cuando necesitamos enfocar nuestra atención en algo. Puede ser una presentación frente a un público exigente o un problema que requiere ser solucionado de inmediato. Este es su trabajo.
La red “por defecto”. Cuando estamos recordando, pensando en el futuro o imaginando posibles escenarios, esta es la red que se activa. Kaufman la denomina la “red imaginativa”. También está presente cuando nos relacionamos. Por ejemplo, cuando tenemos una conversación y tratamos de averiguar que es lo que el otro puede estar pensando
La red “relevante”. Esta red controla tanto los eventos externos como nuestro flujo consciente. Se mueve rápidamente entre uno y otro según sea su relevancia en un momento determinado. Recoge toda la información que nos llega y la prioriza, enviando señales al cerebro para decidir cual procesa primero.
Los neurocientíficos están estudiando la segunda de las redes en particular para tratar de entender como funciona el pensamiento creativo. La interacción entre ellas es uno de los aspectos más relevantes a entender. En teoría si estamos ejecutando una tarea compleja pero conocida como puede ser conducir, ¿por qué de repente se nos disparan ideas o soluciones a problemas que no conseguíamos desatascar?
Lo que parece ser cierto es que cuanto más nos abramos a nuevas experiencias, tanto externas como internas, más estaremos potenciando nuestro proceso creativo, y nuestra imaginación.
Pues ya que sabemos esto, ¡no le pongamos puertas a nuestro cerebro!