He sido capaz de aprovechar todas las cosas negativas que pueden suceder a lo largo de mi vida por mí mismo para adormecer el dolor por así decirlo, y ese tipo de poder, para dar rienda suelta a través de mi música.
Chester Bennington
Desesperación. Eso es lo que lleva a alguien a tomar la decisión de acabar con su propia vida. Un sentimiento de profunda pena, que caracteriza a la depresión o de intenso estrés que sufres cuando vives con una ansiedad permanente, con miedo o indefensión.
No se ven alternativas. No parece haberlas. Estás sufriendo un trastorno mental que no te permite ver salidas. Y, lo que puede ser todavía más duro, es encontrarte con la incomprensión de quienes te rodean, te quieren o te conocen.
Porque es algo evidente que la inestabilidad y los trastornos mentales siguen siendo percibidos por muchas personas como una elección. Quizás incluso fomentada por esta corriente de pensamiento mágico positivo, que nos hace creer que todo lo podemos solucionar nosotros, sin ayuda profesional. O con la ayuda de los gurús de turno.
Es quizás el momento de recordar que el sufrimiento psicológico existe. Y que muchas veces no se percibe a simple vista. Puede que incluso que quien lo padece no quiera que lo veamos. Puede que le de vergüenza o se sienta débil, por sentirse como lo está.
Este es el peligro. Si no normalizamos la atención psicológica profesional, y somos capaces de transmitir a quienes sufren que hay salidas a su dolor, no podremos prevenir el suicidio. Este se alimenta de la soledad, de la que se siente en el interior, aunque estés rodeado de mucha gente que te quiere o admira. Cuando llega a ti, no ves otra salida.
Hablar de ello es necesario. Para que quien lo pueda estar considerando como una opción no se sienta aislado. Y, por encima de todo, para que sepa que puede pedir ayuda para salir de ese pozo que parece no tener ninguna luz.