Quien me insulta siempre, no me ofende jamás.
Victor Hugo
Todo parece funcionar, incluso en las relaciones humanas, con el criterio de acción-reacción. Y puede que tenga algún sentido en otras ciencias, en psicología, no. Al menos, la parte mecánica de este proceso. Si damos una patada a una pelota, ésta se desplazará en sentido contrario (dependiendo de nuestra destreza, claro). Pero si lo que hacemos es proferir un insulto a alguien, las circunstancias pueden cambiar.
En primer lugar, podemos cosechar algo parecido a lo de la pelota. Recibiríamos un insulto, probablemente peor; en segundo lugar puede que recibamos algo más que un insulto, también parecido a la patada a la pelota; en tercer lugar podemos no recibir más que indiferencia, pero sabiendo que a la otra persona le ha molestado; en último lugar, podemos quedarnos con nuestro insulto puesto que lo que recibimos es bondad a cambio.
Difícil ¿verdad? En muchos casos imposible por condicionantes culturales y de historia personal. No estamos acostumbrados a esto de “la otra mejilla” o de la resistencia pacífica. Pero ¿y si les dijera que no es tan complicado? No siempre será posible, pero si alguien nos intenta faltar al respeto, lo cierto es que solo lo conseguirá en la medida en que nosotros aceptemos que sus palabras tienen un impacto sobre el respeto que nos tenemos a nosotros mismos.
Así, conseguir querernos, comprendernos y aceptarnos, se convierten en la piedra angular de nuestras reacciones. Aunque, de hecho, no las podríamos calificar así. Se me viene al teclado aquella historia que alguna vez les he contado, sobre el viejo samurai que aguantó, sin pestañear, la retahíla de insultos, improperios y provocaciones, de un joven guerrero que le retaba. Tras terminar el episodio, sus discípulos le preguntaron porque no reacciono a la enorme falta de respeto. Su respuesta resume lo que pretendo compartir hoy
“El venía con muchos regalos que, decidí no aceptar porque no me gustaban.
Y se ha vuelto a casa con ellos en la mochila”
Por esto les planteo si no será mejor reflexionar, dejar que pase a nuestro lado u ofrecerle un espejo a quien pretende insultarnos. De esta forma, se calificará el, no nosotros.