El éxito pareciera estar conectado con la acción, la gente que tiene éxito no se detiene
Conrad Hilton
Al parecer, hay dos tipos de motivación necesarios para conseguir nuestras metas. Y las personas lo hacemos casi inconscientemente. Según un estudio reciente nuestras fuentes de motivación son diferentes dependiendo de en que momento estemos en el desarrollo de nuestra idea o proyecto.
Al principio, las personas se motivan a si mismas con esperanzas y sueños de alcanzar sus metas. Por ejemplo, si queremos perder peso, podemos motivarnos con la ropa que nos podremos poner si tenemos éxito en ello.
Los autores denominan a esta, motivación de promoción, y la definen como el impulso que nos estimula a enfocarnos en nuestras aspiraciones, a centrarlas. Consigue que las personas piensen en sus metas en clave de la consecución de algo positivo. Y nos anima a buscar estrategias que nos conduzcan a la consecución de nuestro proyecto u objetivo.
Sin embaro, a medida que vamos llegando a la consecución de nuestra meta, nos volvemos más defensivos. Se trata menos de los beneficios y más de evitar cometer un error que lo tire todo por la borda.
Es lo que los autores denominan, motivación preventiva, que nos enfoca en responsabilidades y tareas, y hace que pensemos en que puede ir mal, para evitarlo. En cierta forma nos pone en una actitud «vigilante» y favorecedora de estrategias de contención de los posibles tropiezos.
Este parece ser el camino natural de la motivación. Y es el que lleva al éxito. Movernos de la ilusión a la precaución, a medida que vamos llegando al final de nuestro proyecto.
Los autores de este interesante estudio nos aconsejan que, al principio nos enfoquemos en como conseguir lo que queremos nos acerca a nuestras aspiraciones vitales y empleemos estrategias de aproximación para mantenernos motivados.
Una vez estemos cerca de conseguirlo, es el momento de centrarnos en nuestras tareas y responsabilidades y como esto mejorará nuestra sensación de competencia y autoestima.