La felicidad descansa en la intersección entre el placer y el significado.
Tal Ben-Shahar
La felicidad en si puede ser definida de muchas formas. Puede dividirse en componentes, puede ser el trabajo de toda una vida o simplemente una sensación efímera, difícilmente etiquetable.
Pero, a pesar de ello, todos estamos, de una u otra forma empeñados en conseguir este escurridizo objetivo. La felicidad, como otros atributos nuestros está parcialmente determinada por nuestros genes. La interacción con el entorno propiciará la expresión de esta felicidad “innata”, hasta cierto punto.
Por otro lado están las condiciones generales de nuestra vida. Tienen que ver con cuestiones como el dinero que tenemos, nuestro nivel educativo, si vivimos en países pobres o ricos, nuestra edad, si estamos casados o no, nuestra espiritualidad … etc. Estos factores parecen ser circunstanciales que y muy dependientes en general de aspectos casi incontrolables.
Según recogen en un interesante estudio Sheldon y Lyubomirsky, son factores difíciles de cambiar y solo parecen contribuir al 10% de nuestra felicidad. Entonces, si no podemos cambiar nuestra genética y no podemos, a grandes rasgos, cambiar nuestras circunstancias vitales, ¿Qué podemos hacer?Al parecer lo único que nos queda es lo que hacemos diariamente. ¿Lo único?. Los autores lo bautizan como actividad intencional. Son aquellas en las que decidimos participar, las que están en nuestra mano, que dependen de nosotros, las que realmente determinan nuestro grado de felicidad en un determinado momento.
Pero, ¿qué actividades elegir y como llevarlas a cabo? Contestar a esto tiene mucho que ver con la capacidad humana de adaptarse a nuevas situaciones. Hacer algo que nos gusta por primera vez es excitante e incrementa considerablemente nuestros niveles de felicidad. Puede ser nuestra primera experiencia en moto o un nuevo libro. Las nuevas experiencias nos activan y nos hacen felices. A medida que repetimos la experiencia este nivel de felicidad disminuye y se produce lo que en psicología se denomina “adaptación hedónica”. Se apaga la novedad y la cantidad de placer.
Los mismos autores sugieren que para que una actividad nos haga felices, de una forma mas o menos continuada, debe satisfacer nuestras necesidades y personalidad, ser variada y poco predecible. Estas características, que dependen de nosotros contribuyen, en teoría, en menor medida que las comentadas anteriormente (genética y circunstancias vitales).
Pero lo cierto es que su valor específico, en tanto que están bajo nuestro control e intención, multiplica por cuatro su contribución subjetiva a nuestra felicidad. La sonrisa que vemos en alguien que vive en circunstancias difíciles nos resulta enormemente reconfortante.
Percibimos que el control que tiene sobre su felicidad está multiplicado por encima de su pobreza o entorno. Disfrutemos el momento ¡Esa es la mejor forma de ser felices!
Wow te felicito por tan interesante articulo me encanto!!!
Muchas gracias por el tiempo que te Tomas en escribir y compartir. Por añadir en mi vida y en la de todos los que te Leemos.
Saludos
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Muchísimas gracias !!
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