Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nadaMartin Niemöller
Lo que estamos viviendo en estas últimas semanas, me ha hecho desempolvar mis apuntes de psicología social para intentar entender, y contárselo a ustedes, lo que parece estar detrás de la aparente pasividad de muchas personas frente a los atropellos cometidos por el nuevo presidente estadounidense.
El trabajo pionero de Kurt Lewin con grupos sociales, estaba principalmente dirigido hacia determinar la influencia de los miembros individuales en el funcionamiento de un grupo, y como reaccionaba dicho grupo al cambio de circunstancias tanto de forma colectiva como de forma individual.
Otros psicólogos sociales, como Solomon Asch, centraron su interés en como los pensamientos y la conducta de un individuo resulta afectada por ser miembro de un determinado grupo social. Asch señaló que aparte de los intereses comunes que causa que un grupo se forme, sus miembros tienden a conformarse con la norma percibida de dicho grupo. Esto es diferente de la sumisión y de la obediencia (seguir órdenes), posteriormente estudiado por Stanley Milgram.
El deseo de conformidad es suficientemente fuerte para traspasar los valores personales o la percepción, llevando al individuo a pensar o hacer cosas que pueden ir en contra de su creencias más arraigadas. Mientras esta tendencia puede ser una fuerza positiva para el fomento de la cohesión de grupo, Asch también reconoce el evidente peligro de la necesidad de conformidad como herramienta de influencia social.
Los experimentos llevados a cabo por Asch, en la época del senador McCarthy y la caza de brujas en los Estados Unidos, confirman que la persona puede convencerse a sí misma que está de acuerdo con lo que perciben como opinión mayoritaria. El periodista W.H. Whyte, define a este fenómeno como “pensamiento grupal”, que tiene el gran riesgo de hacernos tomar decisiones equivocadas o irracionales.
El psicólogo social Irving Janis, destaca que la presión para la conformidad termina pareciéndose casi a la obediencia, anulando el pensamiento racional independiente. Las decisión incluso las que obviamente son malas se aprueban casi unánimemente, ya que el grupo piensa que no van a hacer ningún daño. El pensamiento grupal también promueve una tendencia a excluir a quienes piensan de otra manera, tanto sean personas individuales como otros grupos, generalmente de forma agresiva verbal o físicamente.
Janis sugiere que estos problemas podrían evitarse con líderes imparciales que animen el debate, utilicen el dialogo y que mantengan relaciones fluidas con grupos o personas fuera de propio.
No olvidemos que el pensamiento o conducta humana pueden manipularse de muchas formas. Una de las preferidas por los totalitarismos es la que apela al “bien común”, que se adereza con las limitaciones a la cultura y a la evidencia científica.