¿En cuántas ocasiones nos hemos quedado atascados por temor a decidir? Puede aplicarse desde una opción para ir a comer, alternativas a la hora de comprar un determinado producto o una decisión personal o laboral.
Estas indecisiones por miedo a no acertar, pueden conducir a algo mucho más indeseable. Quedarnos quietos y no hacer absolutamente nada. Aquí mueren muchos procesos creativos.
Sin embargo muchos proyectos brillantes, comienzan partiendo de lo que podemos considerar una mala idea. Los procesos creativos son así. No existe algo definido para ellos.
No podremos determinar si algo nos gusta, si no ponemos encima de la mesa todas las posibilidades, sin juzgarlas. Nos sorprenderíamos si supiésemos como muchas de las campañas publicitarias que más nos llaman la atención, vienen de ideas aparentemente disparatadas o que, en principio parecían demasiado simples. Y en muchas ocasiones dependen de que seamos lo suficientemente “atrevidos” para dejar de juzgarnos y proponer una idea que nos ronda la cabeza.
Dejemos de sabotearnos a nosotros mismos. Y atrevámonos. La próxima vez que tengamos una idea rondando nuestra cabeza, encontremos el coraje para aplacar a nuestro crítico interior, nuestro ego “perfecto” y empecemos escribiéndolo en un papel. Una vez lo tengamos frente a nosotros, veremos como nos impulsa a tomar un siguiente paso. Puede incluso que pensemos, en lugar de “es una idea estúpida”, ¿por qué no?.
Tanto si lo que queremos es que nuestros amigos “espabilen” y decidan un sitio para almorzar, como si lo que buscamos es no quedarnos con nuestras ideas “disparatadas” en la cabeza hasta que alguien las ponga encima de la mesa, decidámonos.
Hacerlo no es sencillo, lo se. Pero una vez dado el primer paso, todo resultará mucho más fácil.