Poderoso discurso de Meryl Streep el pasado fin de semana al recibir el premio a una carrera dedicada a hacernos sentir. Una intervención consagrada a valores esenciales para el ser humano, que cada vez están más en cuestión.

El arte, junto con el periodismo, son baluartes que reflejan cual es la salud mental de una sociedad. Por esto son los primeros receptores de las iras de las mentes totalitarias. A quien no respeta, no le gusta que le lleven la contraria.

Por esto es especialmente relevante que recordemos la importancia de la expresión artística, en todas sus variantes, en el bienestar humano. Que lo reivindiquemos en la educación y que exigamos su protección a quienes tienen la responsabilidad de facilitarlo desde el ámbito público.

El arte, como el periodismo, son expresiones de la libertad. Y no tienen, en ocasiones, porque ser comprendidos o compartidos en sus diferentes manifestaciones. Solo respetados. Es así de sencillo.

Porque cuando se pierde el respeto, como señala Meryl Streep en su intervención, es contagioso. Cuando quien debe dar ejemplo, actúa como un matón burlón de patio de colegio, corremos el peligro que esto se entienda como un permiso para hacerlo también.

Si queremos un mundo mejor, más sano mentalmente, no podemos permitir que se silencie la voz de quienes nos hacen emocionar con sus expresiones artísticas. Tampoco podemos desproteger a quienes se empeñan en contarnos lo que ocurre a nuestro alrededor. Nos aislaríamos emocionalmente del mundo. Y hacerlo, por más que nos intenten convencer de lo contrario, es el comienzo de nuestra autodestrucción como raza humana.

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