O al menos así reza el dicho. Y le atribuimos al año entrante una extraña capacidad de cambio. Como si una fecha tuviese un poder mágico, casi sobrenatural, de conseguir que nosotros logremos todo aquello que nos propongamos, a partir del 1 de Enero.
Y, aunque puede ser algo tentador, la verdad sea dicha, no tiene el menor fundamento.
Sabemos, quienes nos dedicamos a ayudar a las personas a conseguir sus objetivos que, dentro de unas pocas semanas (o días), tendremos a mucha gente de mal humor porque no consiguen aquello que se habían propuesto.
Por esto, no es realmente muy buena idea plantearse grandes objetivos en estas épocas. Se que es tentador. Pero, creanme, mejor intentarlo poco a poco. Con pasitos accesibles, en las primeras semanas, haciendo un seguimiento exhaustivo de lo que queremos lograr.
El truco para acometer los cambios viene de la mano de una flexibilidad rigurosa. Se trata de aceptar que hemos planteado unas metas, que van a necesitar ajustes, y hacerlos. Solo así lograremos lo que deseamos. El otro camino, el de objetivos inalcanzables, estandarizados, que responden a motivaciones momentáneas, puede lograr precisamente lo contrario: frustración.
Ser conscientes de ello nos proporcionará un plan mucho más personalizado, más adaptado a nuestra realidad y características personales ¡Y con muchas más probabilidades de éxito!
Mi última recomendación para estos cambios, y que es valida para siempre, es hacerlos de la mano de profesionales. Es muy tentador seguir los consejos que leemos o apuntarnos a una propuesta de alguien que, sin la cualificación adecuada, nos vende bajadas de peso, nuevos proyectos personales o dietas milagrosas. Pero, creanme, el mejor acompañante para un cambio que nos propongamos viene de la mano de un experto contrastado en ello.