Cuando alguien que nos importa está triste, la respuesta típica en la sociedad occidental es decir, “todo va a ir bien”. Esto, creemos, atenúa la percepción negativa de la situación. De esta forma creemos conseguir que la persona reduzca su tristeza a un nivel que posibilite una salida emocional positiva.
Sin embargo, investigaciones recientes muestran que disminuir excesivamente la negatividad de una situación puede ser algo contraproducente. Cuando intentamos confortar a alguien mostrándole que las circunstancias no son tan graves como piensa, el mensaje implícito es que su nivel de dolor no es socialmente aceptable.
Si estuviese bien su grado de tristeza, no estaríamos tratando de animarle. Las expectativas sociales percibidas acerca de cuando podemos estar tristes provocan que las emociones negativas empeoren. De esta forma, cuando las personas se sienten tristes y perciben que los demás no creen que deban estarlo, sus emociones negativas se amplifican.
La conclusión es que puede ser bueno recordarle a alguien porque debería sentir triste. Obviamente, no nos podemos ir al otro extremo y hacer que alguien que este triste se sienta aún peor, pero recapitular sobre algunas cosas puede ayudar a que la persona triste entienda que eso es lo que se espera de ellos.
Esto es esencialmente lo que hacemos cuando perdemos a alguien. Durante el duelo se destaca lo buena que era la persona, los buenos tiempos que pasamos con el o con ella. De esta forma legitimamos los sentimientos de tristeza. Nos hace sentir que lo que estamos experimentando es realmente como debemos sentirnos. A largo plazo, estos nos hace sentir bien.
El sufrimiento es el otro lado de la felicidad. Recordar porque nos sentimos tristes cierra un círculo emocional y nos hace comprender porque lo estamos.