Cada vez que emites un juicio o una crítica estás enviando algo que terminará por volver a ti
Louise Hay
Juzgamos. Todo el tiempo. Somos capaces de opinar sobre lo que, ni conocemos, ni tenemos interés en hacerlo. Buscamos todas las razones posibles para justificar nuestras opiniones infundadas sobre cualquier cosa que se nos pueda poner por delante.
La explicación fácil de este fenómeno, que encontramos a poco que agucemos el oído, o nos escuchemos, esta íntimamente asociada a nuestra necesidad continúa de quejarnos. Otra, más compleja, tiene que ver con nosotros mismos. Con nuestra incapacidad de asumir la responsabilidad sobre aquello que juzgamos.
En este segundo caso, cuando pensamos en algo que nos molesta, simplemente tendemos a buscar un culpable. Es una estrategia automática. Si algo no nos gusta, si no tienen lo que buscamos en una tienda, si no nos atienden como queremos en una consulta médica … no miramos hacia dentro. Buscamos en quien descargar nuestra ira, más o menos moderada.
No estoy sugiriendo que todo lo que pueda ocurrirnos, sea nuestra responsabilidad. No es esto. Considerar que parte de lo que ocurre, tiene que ver con nosotros, con nuestra actitud o falta de ella, es una forma mucho más efectiva de solucionar un problema. Al conocer lo que nosotros podemos cambiar, sabremos que nos gustaría que cambiasen otras personas.
Por esto quizás sea el momento de modificar la orientación de nuestro pensamiento. Utilizando la empatía, podremos saber como esta la otra persona, y no juzgarla sin conocimiento.
Haciéndolo seremos capaces de ver como podemos salir de un modo quejumbroso y negativo de afrontar la vida, a un modo activo y positivo. Este sería el primer paso de un verdadero cambio personal.
Esto, por supuesto, siempre que queramos cambiar algo.