Cuando se trata de nuestros hijos e hijas, nada es suficiente. Pero ¿nos estaremos equivocando? Quizás sea así. Esta frase que hemos repetido en muchas ocasiones, puede llegar a ser una verdadera losa para los más pequeños, a medida que van creciendo.
Por supuesto que no estamos hablando de no cumplir con nuestras obligaciones como responsables de su educación (Si ¡somos los padres y madres los responsables, no la escuela!). Más bien es una reflexión sobre nuestro aprendizaje, a menudo paralelo al de ellos, en esto de la vida.
Tenemos miedo. Es normal. Y esto es lo primero que debemos aprender. El miedo forma parte de la experiencia de ser padres. Si no lo aprendemos, nuestra tendencia sobreprotectora puede, de hecho, condicionar seriamente el desarrollo de nuestros hijos e hijas.
Nuestro objetivo no es (solo) protegerlos. Es ayudarles a que se conviertan en adultos felices, con un adecuado balance emocional y con capacidad de gestionar su propia vida. Si continuamente hacemos todo por ellos, estaremos limitando sus oportunidades para explorar, tomar riesgos, equivocarse, frustrarse … y salir adelante con sus propias herramientas.
Si pensamos que evitarles problemas o dificultades les hará más felices, nos equivocamos de cabo a rabo. Es todo lo contrario. Esta sobreprotección no le da la capacidad de comprobar como se desenvuelven en los momentos complicados, lo que termina generando baja confianza en si mismo y una pobre autoestima. En cierta forma les estamos negando la capacidad de madurar y entender el balance que es la vida.
Si queremos evitar caer en esta espiral destructiva comencemos creyendo en nuestras enseñanzas y valores. Si lo hemos hecho bien, a medida que vayan creciendo, tomarán sus propias decisiones, basadas en su propia capacidad de discernimiento.
No vayamos a resolver el problema de nuestro hijo adolescente, sin permitir que encuentre sus propias soluciones. Si lo hacemos nunca sabrá como salir de las dificultades. En lugar de decirles lo que deben hacer, preguntemos que es lo que harían. En lugar de decisiones, démosles sugerencias, que puedan modelar las suyas.
Es muy importante que tengamos en cuenta que es lo peor que puede pasar. La sobreprotección quiere evitar cualquier daño, por mínimo que sea, a nuestros hijos. Y esto termina consiguiendo que se pierda la perspectiva. Como hemos dicho antes, las decepciones, desilusiones o fracasos, modelan el carácter y son valiosas herramientas de aprendizaje.
Cuando son conscientes de poder manejar situaciones complicadas, van necesitando más independencia para tomar sus propias decisiones. Al hacerlo, aunque puedan resultar erróneas, aprenderán acerca de las consecuencias. Y todos sabemos lo importantes que éstas son en el proceso de aprendizaje.
Es muy importante que tengamos en cuenta que el -no-, también es una respuesta. Que sean conscientes que todo no es posible, que hay límites, y que determinadas exigencias no van a ser concedidas, es una magnífica forma de ir aprendiendo.
Por supuesto que no estamos hablando de un modelo permisivo de educación. Podríamos llamarlo un modelo progresivo. En el cuál, a medida que nuestros hijos e hijas, crecen, van siendo capaces de gestionar su propia vida, pasamos de vigilarles, a acompañarles. Ni que decir tiene que esto va variando con la edad, con nuestros valores y con el entorno en donde vivamos.
Ser padre o madre es una experiencia fabulosa. Pero nadie dijo que fuese sencilla.