Estamos muy acostumbrados a huir de la incomodidad y somos muy predecibles. Si algo nos disgusta, golpeamos a alguien o nos castigamos a nosotros mismos. Queremos sentir seguridad y algún tipo de certeza, cuando en realidad no tenemos lugar donde apoyar los pies
Pema Chödron

Uno de nuestros mayores miedos, sin duda. No sabemos vivir con lo desconocido, lo inesperado. Nos han ido educando para intentar tener el mayor control posible sobre nuestras vidas. Así debe ser. Buscar la estabilidad, nos dicen. Conseguir que lo que ocurre en nuestras vidas sea previsible. Es la idea.

De esta manera, nos metemos en un modelo de vida en que lo que ansiamos va en contra de todo lo que existe. Porque, seamos claros: la vida es imprevisible. En cualquier momento, cambia.

¿Por qué, entonces, no cambiamos el paso y lo aceptamos? ¡Ni hablar!, me dirán. Eso sería dejarte llevar y resignarte a lo que ocurra. A que hagan contigo lo que quieran, a permitir, en cierta manera que te traten como un ser indefenso. Así sería, sin duda, si lo que intentamos es controlarlo todo.

Pero ¿y si entendemos que de lo que se trata es de aceptar que la vida cambia, constantemente? Y que nuestro papel es decidir como queremos vivir esta imprevisibilidad de la misma. Que, por mucho que queramos, pararla, es imposible. Que la fantasía del control y lo previsible no tiene ningún fundamento.

Casi nada lo que les propongo. Eso sería aceptar que la vida hay que vivirla a diario. Que aquello de “no dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy”, tiene toda la razón de ser. Que cuanto más intentemos programar para el futuro, más se empeñará éste en contradecirnos.

Y esto, claro, no puede tener sentido en una sociedad que está orientada hacia ello. En la que incluso vivir el día a día, no es algo bien visto. En la que no nos enseñan a disfrutar cada paso del camino. En la que esfuerzo se compara a sufrimiento, en lugar de a motivación.

Es un modelo frustrante. Simplemente porque es tremendamente artificial y egoista. Un modelo en el que, si el mundo no gira a nuestro alrededor, no somos felices.

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