¿Olvidar?

Intentar olvidar no funciona.
De hecho, es bastante parecido a recordar

Rebecca Stead

Siempre se nos ha dicho que debemos tratar de perdonar a quienes nos hacen daño, pues sólo así podremos estar tranquilos y continuar con nuestras vidas. Y es cierto. Perdonar te hace mejor, pero olvidar es de quienes valoran su propia felicidad. Y es lo más difícil de conseguir. Porque, a pesar de haber conseguido perdonar, el olvido se sitúa en otro plano totalmente diferente.

Si perdonamos, estamos aceptando que el dolor que nos produjeron no trae ningún bien para nosotros y, si es el caso, empaña la relación con la persona que lo produjo. No resulta sencillo. Tenemos la costumbre de abrazar la rabia que produce una traición como si fuese una taza caliente. Esperamos que se enfríe ¡Pero lo hacemos mientras la sujetamos y nos quemamos! Pero, si conseguimos dejar la taza en la mesa, esta se enfriará y, al igual que nuestro enfado, remitirá.

Pero ¿lo olvidaremos?

Somos humanos y aprendemos, al igual que con la taza, que esta se puede volver a calentar, y quemarnos en las manos. Y decidimos no cogerla de nuevo.

Por esto, perdonar es posible, y forma parte de nuestra capacidad de crecimiento personal. Pero olvidar puede ir en contra de todo aquello que venimos atesorando en millones de años de evolución. Es casi inevitable que pensemos que nos pueden volver a traicionar. Y exige un camino, que no solo nos corresponde a nosotros, algo que si ocurre con el perdón.

Cuando alguien nos ha hecho daño, socava la confianza que teníamos en esa persona. Y, admitámoslo, las cosas no vuelven a ser iguales. A partir de ese momento, empezamos un camino que es más, de pérdida de desconfianza, que de volver a ganar confianza.

Ese camino no es fácil. Y es nuestra decisión si vale la pena recorrerlo o pasar página. Lo que si puedo asegurarles es que hacerlo nos hará más felices.