Son realmente pocas las veces que se habla de salud mental en las noticias. Y, si ocurre, lo encontramos relacionado con la comisión de algún delito o con otros trastornos como el consumo de sustancias.
La evidente asociación existente entre la salud mental y el bienestar económico de la población se pasa por alto. Se deja todo en manos de la resiliencia, de la capacidad, en ocasiones impensable, que los seres humanos tenemos para gestionar las circunstancias más adversas para nosotros. Pero lo que parece olvidarse es que estos períodos de dificultades, sostenidos en el tiempo, hacen mella sobre las personas. A veces de forma irremediable.
No tener trabajo afecta la salud mental y la enfermedad mental aparta a muchas personas y a sus cuidadores del trabajo. Y todavía más preocupante: la pobreza puede hacer a las personas, en este caso a los más jóvenes, susceptibles de padecer trastornos mentales o del comportamiento, que se llevan hasta la edad adulta.
Una reciente encuesta de la empresa Gallup, llevada a cabo en Estados Unidos, muestra como las personas desempleadas tienen tasas más altas de depresión, cuanto más tiempo estén sin trabajo. Una de cada cinco, comunican que están recibiendo tratamiento por este motivo.
Esta depresión puede convertirse en algo crónico y muy difícil de tratar si no se ponen los medios adecuados desde este preciso momento. Las consecuencias de perder el trabajo y estar en riesgo de exclusión, tienen un efecto acumulativo en la salud mental de las personas. Es algo que, incluso tras cambiar la situación, sigue estando presente. Algo así como el estrés post traumático que experimentan los combatientes en guerras o los refugiados. Han vivido un ataque a su dignidad que, difícilmente sin el adecuado apoyo, serán capaces de manejar y superar.
La falta de conciencia real sobre este problema la expresa claramente una frase que hemos oído hasta la saciedad estos años: las deudas se pagan. Mi pregunta es muy sencilla ¿A costa de qué? Y otra duda ¿Por qué siempre las mismas personas?
En psicología se han llevado a cabo múltiples experimentos que demuestran la estrecha asociación existente entre lo que las personas perciben como castigos injustificados y el deterioro de su salud mental… y física. Parece que, en estos últimos años, nuestros gobiernos han decidido hacer un gran, y cruel, experimento, para comprobar la veracidad de esta hipótesis experimental.