Estamos convencidos de tener criterio propio, de que nunca llevaríamos a cabo acciones agresivas sobre otras personas aunque nos lo ordenasen. Esta es la base del experimento clásico de Stanley Milgram en Stanford en 1963. Milgram, descendiente de judíos que sufrieron las atrocidades nazis, mostró en su estudio como las personas perdemos nuestro criterio cuando se nos ordena algo.
En este video se recrea, más recientemente el experimento de Milgram. Sobrecoge ¿verdad?
“Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia.
La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio.”
Stanley Milgram. “The Perils of Obedience” (Los peligros de la Obediencia), 1974.
«La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales». …Será que los imperativos morales no eran tan fuertes. Yo creo que todo el mundo, o la mayoría tiene un precio y no tiene tan fuertes principios ni mucho menos. Seguramente me habré perdido algo del vídeo, pero supongo que algo que ganar tendrían cuando continuaban la prueba y que esa cara que ponían de..»no puedo más, no quiero seguir» no es más que un «quedabien», no vaya a ser que se note lo corrupto que pueda llegar a ser, no al menos por ese precio. Yo creo que el ser humano es bastante corrompible. No creo que obedezca sólo a una voz autoritaria sino a lo que pueda ganar o no.
Eso se ve mucho en jefecitos intermedios obedeciendo la voz de su amo, cual perros, dispuestos a sacrificar a los subordinados a cambio de una medallita.
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