Que las palabras se separen bien del papel: es decir, que se fijen fácilmente en la atención, en la memoria, que sean fáciles de citar y desplazar.
Joseph Joubert
Dos investigadores de la Universidad Simon Fraser han hecho un descubrimiento que puede relacionar la percepción que tenemos sobre los trastornos de la atención y su tratamiento.
Este hallazgo abre la posibilidad que factores genéticos o ambientales puedan dificultar o suprimir un determinado tipo de actividad cerebral que nos ayuda a no distraernos.
La atención tiene que ver solo en parte en que nos enfocamos, también tiene mucho que ver en aquello que conseguimos ignorar. Esto es lo que parece desprenderse de un reciente estudio que examina la actividad neural implicada en la evitación de las distracciones. La investigación mostró como nuestro cerebro utiliza activamente un sistema de supresión para ayudarnos a centrarnos en la tarea en la que estemos envueltos.
“Este es un descubrimiento muy importante para neurocientíficos y psicólogos, ya que el enfoque tradicional sobre el control de nuestra atención, se ha centrado principalmente en los procesos cerebrales que están implicados en la selección de objetos relevantes de nuestro campo visual”, comenta John Gaspar, investigador principal de este estudio.
Es como encontrar a Wally. Tenemos que centrarnos para hacerlo. Pero aunque este proceso es importante, no explica toda la historia acerca de cómo funciona la atención. Según Gaspar, los resultados de su estudio muestran claramente que esta es solo una parte de la ecuación y que la supresión activa de objetos irrelevantes es también una parte muy relevante.
Su estudio, publicado en el Journal of Neuroscience, se llevo a cabo con 47 estudiantes que debían llevar a cabo una tarea visual mientras se monitorizaban sus ondas cerebrales.
Estos descubrimientos podrían tener importantes implicaciones para aquellos trastornos psicológicos que tienen que ver con la atención, tales como el TDAH o la esquizofrenia, que pueden sufrir más de una incapacidad de atenuar los estímulos no relevantes que de no poder seleccionar los que si lo son.
Dada la proliferación de fuentes de distracción que estamos experimentando en nuestra sociedad occidental, como pueden ser la diversidad de gadgets tecnológicos que pueblan nuestra vida, este hallazgo puede ser de gran ayuda a la hora de entender como pueden estar interfiriendo en nuestra vida.
Teniendo en cuenta que la mayoría de estos aparatos están diseñados para acaparar nuestra atención, todos estamos a merced de estas dificultades para conseguir aislar, en un momento determinado, lo irrelevante de lo que no lo es.
Esta última reflexión puede tener una gran relevancia para muchas de las situaciones que vivimos a diario y que pueden estar poniendo, en determinadas circunstancias, nuestra vida en peligro. Hablamos de estar pendientes de la pantalla de nuestro móvil mientras cruzamos la calle o de no ser capaces de hablar sin las interrupciones de nuestra vida digital.
Desde luego que estos descubrimientos consiguen que entendamos como algunas personas parecen no estar en “este mundo” aún cuando los veamos. Seguro que a ninguno nos resulta difícil imaginarnos en una situación en la que las interferencias provocaron un buen susto.
Se me viene a la cabeza, hace ya algunos años, una acalorada conversación con otro amigo paseando por las ramblas de mi ciudad, y de cómo una farola decidió formar parte activa de la misma, de una forma contundente. En este caso mi abstracción, aunque no digital, consiguió que no viese un muy real objeto inmóvil.
Lo que si parece cierto, y es la vía que abre este estudio, es que a partir de ahora deberemos estar pendientes tanto de la capacidad que tenemos de centrarnos en lo que estamos haciendo como a la que tenemos de atenuar aquello que no es relevante en el momento.
Y esto puede tener importantes implicaciones en nuestra vida diaria.
Me parece muy interesante el artículo, siempre es importante conocer los síntomas para poder poner remedio y contratar un psicólogo .
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