Si busco en mis recuerdos los que me han dejado un sabor duradero,
si hago balance de las horas que han valido la pena, siempre me encuentro con aquellas que no me procuraron ninguna fortuna.
Antoine de Saint-Exupery
La mayoría de los adultos no conseguimos recordar prácticamente antes de cuando teníamos tres años. A esto lo denomino Sigmund Freud, “amnesia infantil”. Pero, ¿en que momento de nuestra niñez comenzamos a olvidarnos de esos años?
Un nuevo estudio, revela que la amnesia infantil se establece alrededor de los siete años. Es decir, es a esa edad cuando comenzamos a dejar de recordar lo que nos ocurrió antes de los tres años de vida.
En este ingenioso experimento, los investigadores comenzaron entrevistando a un grupo de niños de tres años, preguntándole que recordaban de sus años anteriores. Posteriormente volvieron a entrevistarles con 5, 6, 7 y 9 años.
Los resultados mostraron que, entre los cinco y siete años, los niños eran capaces de recordar en torno al setenta por ciento de aquello que recordaban con tres años. Sin embargo, entre los ocho y nueve años, solo conseguían rememorar en torno a un 35%.
Además de esta merma en la memoria, se producían otros interesantes cambios. Entre cinco y siete años, recordamos más cosas, pero de forma desordenada. A partir de esta edad, aunque disminuye la memoria, los detalles de lo que recordamos son mucho más precisos.
Los autores sugieren que la amnesia ocurre debido a que el cerebro está todavía aprendiendo a codificar la memoria a largo plazo, y la estructura neuronal que lo mantiene necesita tiempo para desarrollarse.
Como comenta la experta en memoria P. Bauer:
“Debemos aprender a utilizar un calendario y entender el concepto de días y semanas. Necesitamos aprender a codificar la información de la localización física de nuestro recuerdo. Y debemos aprender a desarrollar el concepto de si mismo, algo que nos permite entender que nuestra perspectiva es diferente de la de otras personas”
En etapas tempranas, el hipocampo, –esencial para la memoria-, todavía se está formando. Se produce un fenómeno de “limpieza” de memorias más básicas, que nos prepara para la construcción del concepto de nosotros mismos. Algo vital para el joven adulto que no lo es tanto para el bebé.
Concluyendo, que parece que estamos destinados a no recordar una de las etapas más felices de nuestra vida.