El ser humano, en su mediocridad, siente la necesidad de autoclasificarse, de ponerse etiquetas que le cataloguen en su profesión, en su ideología, en sus aficiones… Lo hacemos con nosotros mismos y con lo demás. Si juzgas un libro por la portada te puedes perder una gran historia.
Cuando conocemos a alguien no podemos evitar el impulso por calificarlo de alguna forma. Su aspecto físico, su tono de voz o sus gestos producen una sensación en nosotros y, seguidamente lo clasificamos en una categoría o emitimos un juicio sobre ella: es elegante, simpático, distante, creído, … o cualquier otra cosa. A veces simplemente decidimos que no nos gusta y no somos conscientes del porqué.
Clasificamos, etiquetamos, juzgamos…Y ello no nos hace ser más felices… En Siempre nos Quedará Paris, con Rosa Vidal. Programa de radio del miércoles día 20 de Noviembre de 2013.