Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos
Martin Luther King
Somos muchos los que pensamos, con cierto fundamento, que estamos inmersos en un auténtico proceso de involución social. Aparentemente, muchos logros que se habían consolidado en el ámbito de lo sociosanitario, se están metiendo en el mismo saco que cualquier despropósito megalomaníaco del político, banquero o empresario de turno.
Y esto no me gusta. Nada.
No cuestiono la necesidad de replantear la forma de gestionar un país que parece ser necesaria para conseguir cambiar la situación. Pero el camino que se está siguiendo no creo que sea el más adecuado. Y quien nos ha traído hasta aquí o nos pretende sacar, tampoco creo que sean los más adecuados.
Hecho en falta un acuerdo de mínimos. Sobre que cosas son irrenunciables y cuales podemos prescindir de ellas. Yo tengo las mías. Y no son complicadas.
Es muy sencillo. O al menos a mi me lo parece. Si hubiésemos tenido responsables políticos que blindaran estos servicios mínimos sociosanitarios y educativos en lugar de blindar a los banqueros y pseudoempresarios que hacían la ola a los que gobernaban, no tendríamos la sensación de estar viviendo en un país mucho más injusto que hace unos años.
Se me ha hecho larga la introducción de este aporte que les propongo y que viene motivado tras leer un estudio publicado por Sara Evans-Lacko, del Instituto de Psiquiatria del King’s College en Londres, que recoge el enorme impacto que la recesión ha tenido en grupos vulnerables a la exclusión social, en este caso, los enfermos mentales.
El estudio recoge especialmente como la destrucción de empleo se ha multiplicado casi por tres en colectivos con problemas de salud mental frente a la ya elevada destrucción en la población en general.
Resulta inevitable pensar que, mientras algunos tenemos claro que la forma de salir de este atolladero es preocuparnos por los más vulnerables, otros se han apresurado a tirarlos por la borda sin contemplaciones.
Creo en la integración social, la igualdad, la educación, la sanidad y los servicios sociales universales.
Estas serían mis líneas rojas. ¿Cuáles son las tuyas?
Leocadio, estoy totalmente de acuerdo contigo. «Mis líneas rojas» son las mismas que planteas y otras tantas más. Precisamente, a principios de julio escribí un artículo -con algunos fundamentos científicos- sobre la Involución emocional del ser humano.
Escribo para dos periódicos, uno mexicano llamado La Jornada, cuyo enlace es http://www.jornada.com.mx y otro online, fundado por mi padre que es periodista, en Santiago (Chile), cuyo enlace es http://www.clarinet.cl En este último escribo un artículo por semana, es un semanario que sale cada sábado. Te propondría que buscases el artículo en clarinet, porque es más extenso. La Jornada tiene poco espacio y me piden que haga artículos de 5000 caracteres con espacios para poder publicarlos, más largos es difícil porque es un periódico muy cotizado y con colaboradores de renombre. Mi padre es socio fundador y conserva la corresponsalía en Chile.
A estas alturas sabrás que tengo dos nacionalidades, chilena y española; aunque quizás deba irme de España porque necesito un trabajo con un ingreso estable para que mi hijo pueda retomar sus estudios universitarios que debió aparcar por temas económicos. Yo soy divorciada desde que él tenía 5 años y su padre no se ha responsabilizado nunca de educarlo (en ningún aspecto). He sido padre y madre desde que él vino al mundo.
En fin, no te aburriré con mis problemas. Solo quería que supieras que puedes leer alguno de mis artículos y espero te gusten.
Un cordial saludo.
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