Las vacaciones son no tener nada que hacer y todo el día para hacerlo.
Robert Orben
Estamos en verano. Es probable que muchos de ustedes estén programando sus vacaciones mientras leen este artículo. Disfrútenlas. ¿O no es eso de lo que se trata?
Es la época de hacer aquellas cosas que no solemos hacer mientras estamos trabajando, y que nos gustaría. Pero entonces ¿por qué no me siento afortunado?. Debería ser así. Estoy con mi familia. Puedo dedicar tiempo a leer, a salir a horas que no suelo, a hacer algo de ejercicio … pero no lo consigo.
Si se identifican con lo que acaban de leer, les diré que no es algo que les pase solamente a ustedes, lo compartimos muchos. Estamos esperando con tantas ganas que lleguen el período de descanso que, cuando llega, no sabemos manejarlo. Queremos hacer un montón de cosas, y ese es el primer error.
Para que nuestro descanso sea fructífero y realmente consigamos pasarlo bien, es necesario que lo programemos, que sepamos que es lo que queremos hacer. Y esos planes deben ser realistas, con pequeños objetivos para cada día, que nos hagan sentir que hemos hecho algo distinto, que el día ha sido provechoso, que ha valido la pena. No es sencillo, porque tenemos la tendencia a programarnos un montón de tareas para el verano. Desde las más lúdicas hasta las más logísticas. Queremos ir a la playa y queremos pintar tres cuartos de la casa, queremos … y ese es el problema. Queremos hacer demasiadas tareas. Y no es posible.
Papá cree que mamá lo que quiere es arreglar la habitación de la niña y pintarla de otro color, pues lleva todo el invierno diciendo que el que tiene es muy infantil. Compra la pintura, las brochas y todo lo que hace falta para cumplir esta tarea. Y, por supuesto, le dice a su hija que, dado que es su cuarto, debe ayudarle a hacerlo. ¿Qué falla aquí? ¿realmente era esto lo que mamá quería hacer? Probablemente no. Pero lo hemos dado por supuesto. No hemos puesto nada en común y nos podemos encontrar haciendo una tarea que el único que parece tener en su agenda es papá.
Por eso es imprescindible que hagamos una lista. Quizás la mejor opción es que cada miembro de la familia la haga y luego se ponga en común. Lo se, no es sencillo, pero una de los mayores fuentes de frustración durante la época estival proviene de que cada uno tiene unos planes “ocultos” que no comparte. Y al no ser comunes, se convierten en una de las principales fuentes de problemas en este período.
Por eso es esencial que compartamos nuestros planes y, de paso, recuperemos la necesaria comunicación que se va perdiendo en la época de trabajo en la que apenas nos vemos.