Alguien definió la actitud como la forma en que enfocamos nuestra vida. Se ha llegado a decir que es el centro de control de la vida. La actitud es una decisión, y se aprende. Si conseguimos tener una actitud mental positiva en aquellas iniciativas que tengamos, superaremos obstáculos, tales como nuestra propia falta de capacidad o condicionantes externos que pueden hacer que otros se planteen sobrepasar.
Pero la actitud es mucho más. Si acudimos a la teoría del Aprendizaje Social, descubriremos que la actitud forma parte de algo más grande, junto a nuestras habilidades y nuestros conocimientos: la autoeficacia.
Según el padre de esta teoría, Albert Bandura, la autoeficacia es “la creencia en las propias capacidades para organizar y ejecutar las acciones requeridas para producir un resultado deseado”. O, en otras palabras, es la confianza que tenemos en nuestras habilidades para triunfar en una determinada situación. Bandura nos dice que estos lo que determina como las personas pensamos, nos comportamos y sentimos.

Parece simple, ¿verdad? Todos podemos identificar las metas que queremos obtener, que es lo que queremos cambiar, pero no todos seguimos adelante tomando, primero decisiones y luego acciones, para conseguirlo. Aquí es donde interviene la actitud. Entre dos personas con similares capacidades y conocimientos, es la clave para que una destaque y consiga lo que se ha propuesto y que la otra no lo haga. Es más, podemos asegurar la capacidad que tiene nuestra actitud para compensar, en cierta medida, a las otras dos partes de la ecuación.
Nuestras actitudes determinan, en gran parte, que somos capaces de hacer y que no. En cierta forma es el combustible que necesitamos para conseguir aquello que queremos. Podemos tener el mejor coche, con los mejores mecánicos e, incluso podemos ser un gran piloto, pero si no tenemos la actitud, la ilusión y la pasión por aquello que nos gusta, no servirá de nada.
Aquellas personas que con un sentimiento alto de autoeficacia ven los retos como tareas que aprender, se implican y comprometen en las actividades que participan, y se recuperan rápido de los tropiezos o desilusiones.
Por supuesto, todo esto depende de nuestro conocimiento de nosotros mismos, de nuestra confianza y de nuestras ganas de aprender.
Y tú, ¿tienes lo que hay que tener?