Es fácil ver como las personas pesimistas, envidiosas o rencorosas tropiezan continuamente con los demás y no logran evolucionar. Conviene que revisemos nuestras actitudes y convicciones para saber si son demasiado rígidas, o totalmente erróneas. Si no lo hacemos, es muy posible que acabemos naufragando o, lo que puede ser peor, que no lleguemos nunca a ningún puerto.