Inevitablemente todos nosotros, de una u otra forma, al menos en nuestra sociedad occidental, nos sentimos inclinados (¿o debería decir abducidos?), por los buenos propósitos para el año entrante. Perder peso, leer más, estar más tiempo con mis hijos y un largo etcétera componen esa “carpeta” que parece abrirse con el comienzo del año.
Este 2012 no puede ser distinto. A pesar de que el gobierno se empeñe en apretarnos más el cinturón y que la fecha de caducidad del planeta augurada por los mayas se nos viene encima, el efecto del año nuevo sobrepasa todo ello y consigue que todos nosotros esbocemos una sonrisa y vertamos nuestras esperanzas sobre el porvenir.
La revista Guru se plantea que es lo mágico que acontece el 31 de diciembre en el que todos nos proponemos algo, aunque sepamos que va a ser imposible que lo cumplamos. Como sentenciaba Oscar Wilde en El Retrato de Dorian Grey, las resoluciones son “pura vanidad. Sus resultados son nulos”.
Si acudimos a la respuesta científica a esta sensación de alegría, la explicación, aunque difícil de medir, nos la propone el estudio realizado por el equipo de John Norcross de la Universidad de Scranton en el año 2002 y nos ofrece algunas repuestas basadas en la evidencia científica.
Parece que muchos de nosotros estábamos bastante despistados en nuestras conclusiones.
El experimento, efectuado en la ciudad de Scranton, Pennsylvania, consistió en realizar una encuesta telefónica durante seis días a 1300 personas acerca de sus propósitos para el año entrante. Durante las siguientes semanas y meses, se contactaba con los participantes y, con una batería de preguntas trataban de descubrir porque algunas personas son fieles a sus resoluciones y otros nos pueden.
De estas 1300 personas encuestadas menos de la mitad (41%) decidió hacer un plan para el año nuevo y estos consistían principalmente en: perder peso, hacer más ejercicio y dejar de fumar.
El efecto del tipo de propósito en la consecución del mismo no esta claro. Estudios llevados cabo en los setenta por Marlatt y Kaplan muestran que las personas fracasaban mas en las dietas que en otro tipo de planes. Sin embargo, un estudio llevado a cabo unos años mas tarde por el equipo de Norcross no encontró relación entre el tipo de plan para cambiar y el éxito en el mismo.
Nos gusta pensar que somos los dueños de nuestro destino, pero realizar cambios significativos en nuestra vida es una experiencia, a menudo, muy frustrante. Los datos muestran que el 98% de las dietas planeadas fracasan, nueve de cada diez personas dejan de ir al gimnasio tras tres meses y alrededor del 95% de los que tratan de dejar de fumar, fracasan.
Teniendo en cuenta que somos muy poco constantes en general y muy resistentes a cambiar, es sorprendente que los propósitos de año nuevo sean bastante exitosos, ¡con un calendario motivante las probabilidades de cumplir los proyectos de fin de año se multiplican por diez!
Es cierto, la mayoría de las resoluciones se habían abandonado en Julio pero teniendo en cuenta la condición humana, esta multiplicación de las posibilidades resulta muy atractiva.
Una de las mas sorprendentes conclusiones del estudio de Scranton es que aquellos con una gran motivación para cambiar no son los que mas posibilidades de éxito tienen. Lo que parece mas relevante para triunfar en nuestras resoluciones es haber tomado una clara decisión de cambio, creer que lo podemos conseguir y mantenerlo a lo largo del tiempo.
Aquellos que abandonaban el gimnasio se culpaban siempre que sus planes no funcionaban, empleando su tiempo en lamentar que las cosas fueran diferentes y preguntándose como se sentían.
Por otro lado, los trucos los “triunfadores” para mantener su propósito eran, entre otros, tratar de mantenerse tan positivos como sea posible, evitar distraerse con cosas que pudiesen tentarles a abandonar y autorrecompensarse siempre que conseguían un progreso importante.